En alemán tienen dos palabras para distinguir el tiempo que pasa, Zeit, y el tiempo que hace, Wetter, el atmosférico. En francés, tienen météo para el atmosférico y temps para el paso de las horas. En español andamos escasos.
El sueño del caballero, Antonio de Pereda
En alemán tienen dos palabras para distinguir el tiempo que pasa, Zeit, y el tiempo que hace, Wetter, el atmosférico. En francés, tienen météo para el atmosférico y temps para el paso de las horas. En español andamos escasos. El tiempo que pasa usa la misma palabra que para el tiempo que hace. Y puede que sea mejor. No hace poco más de un siglo que las actividades piloto de nuestra economía y nuestra sociedad eran la agricultura y la pesca. El tiempo atmosférico marcaba el ritmo del tiempo que pasa. Un miércoles las 11:45 AM daba igual lo que tuvieras en la agenda. Si la cosecha fue mala, te morías de hambre. Daba igual lo que tuvieras que hacer un lunes a las 12:00 PM si llegaban los soldados de la leva. Si tu señor declaraba la guerra a su primo, por el matrimonio de este con su sobrina, otra vez, el tiempo de las horas daba exactamente igual, te podías pasar años guerreando en medio de Europa, sin saber por qué. La guerra y la Naturaleza tenían su tiempo, nuestro tiempo.
A principios del siglo XX, Henry Ford se deshizo de los artesanos y diseño la cadena de producción dividiendo todos los procesos, para montar un coche, en tareas y tiempos. Dejó de haber margen para pensar y crear, sólo tenías que producir, repetir varias veces la misma tarea durante años. El tiempo se convirtió en horas, en un calendario a corto plazo, 24 horas por 7 siete días a la semana. El tiempo atmosférico, la Naturaleza, dejó de regir la economía y la sociedad. Una vez leí que el tiempo es la medida del ser cambiante. ¿En serio? ¿Tanta importancia tiene el tiempo? ¿Diez minutos de mi tiempo miden algo? Y luego qué si triunfan los libros de autoayuda. Me han robado mi queso porque visto un traje de hojalata y tengo que aprender la resiliencia. Esto y mandarme a la mierda, viene a ser lo mismo.
Si nos paramos un rato, esta forma de medir el tiempo es el efecto de la racionalización que proviene de la Ciencia determinista, la que inauguro Descartes que dudaba. No como cualquier gallego. Dudaba con método. Nos hizo dudar porque sabía la respuesta. Un gallego duda a la espera de una respuesta que aún no sabe, como cualquier científico que quiere ganar el Premio Nobel. El pensamiento, res cogitans, la razón, es de lo único que no dudo y el Mundo, queda fuera, la res extensa, que puede ser medida, dibujada, en longitud y latitud, y descrita en códigos que definían la realidad accesible. Los coches de Ford, los cosméticos de Lacome, las hamburguesas de Burger King, son procesos, tareas y tiempos. Nos pasamos de 8 a 10 horas trabajando para otros y esos otros para nosotros para tener 20 o 30 días sin tiempo, en un lugar de ensueño, en un marco incomparable, para vivir experiencias memorables con una pulserita en la muñeca.
El tiempo atmosférico ya no nos afecta. Vivimos en ciudades cada vez más grandes, que forman continentes. Sólo hay que mirar una imagen de la Tierra por la noche desde un satélite artificial. Hemos dominado a la Naturaleza y a la barbarie guerrera de un puñado de familias. Hemos vencido al Sol y la lluvia, al estado de guerra permanente, en Europa y por el momento. Pero, a la vez, los efectos locales sobre la Tierra han puesto en peligro a toda la Naturaleza, son globales, y, con ella, al ser humano. La Ciencia determinista a despreciado a la res extensa con la polución que ensucia el aire, la tierra y los océanos, la que llena de fealdad millones de kilómetros cuadrados, la que nos deja sin agua y sin seres vivos.
Este tiempo cartesiano no es el tiempo de la Naturaleza. Ni tampoco el de la Ciencia. La Historia determinista tiene su frontera en la escritura. De antes no se tenía muchos datos. Y ya no es así. Una montaña, una piedra, una estrella, tiene información, son información, y con la Ciencia se ha convertido en conocimiento. La escritura que deja la física, la química, la biología, el dato, llega hasta el Big Bang. La Ciencia, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, sabe que, todo lo que ocurre y va a ocurrir, es lo máximamente improbable. En la física, la química, la biología y en las sociedades humanas nada hay que sea determinista. De todas las posibilidades ha ocurrido la menos probable. Por eso es tal el temor al ver las consecuencias de las tecnologías en la Tierra. Es un equilibrio milagroso, complejo. ¿Por qué nos aferramos a recrear un mundo probable, predecible, determinista, en cadenas de producción, en códigos de lo previsible? No tengo carnet de conducir. ¿Qué me he perdido? ¿Tiempo? ¿Es más importante el cómo que el por qué ir a algún sitio? Y volvemos a la autoayuda: la aventura es el camino, no la meta. Será posible. Lo importante es conducir, lo de menos es ir a ver tu madre. La rueda del hámster como vocación.
Si toda la Tierra está en peligro, y ser humano con ella, ya no podemos huir a otros lugares. Todo es global. Por eso, el Derecho del código, el cartesiano, el de la soberanía territorial, no tiene sentido. La Naturaleza necesita tener derechos. Al igual que existe un Contrato social, virtual, necesitamos un Contrato natural, real y basado en hechos, que empiece a equilibrar el dominio y la posesión cartesiana, el derecho de propiedad, para poder establecer un equilibrio simbiótico con la Naturaleza. Necesitamos un derecho que nos lleve desde el parasito que mata al anfitrión al simbionte que es capaz de sobrevivir con el huésped.
Y volvemos a la Ciencia. Dejar el modelo determinista es pasar el modelo de la complejidad, a la física cuántica y, con ella, a resolver algoritmos complejos que conocemos pero que no somos capaces de computar. El Derecho tendrá que recoger las posibilidades de un nuevo paradigma tecnológico que puede comprender la complejidad que la Ciencia ha demostrado. Un dato. Los científicos pasan del hecho a la razón, al conocimiento. Y lo hacen por medio de contratos tácitos. Actos administrativos deciden quien es experto, primero, doctor, y con otros actos, reglados, deciden que es o no conocimiento científico, los benditos papers. ¿Por qué la Ciencia no es Derecho siendo un conjunto de relaciones de esa índole, el hecho que pasa a ser derecho? ¿Por qué el Derecho Natural no lo es en su sentido pleno, de toda la Naturaleza? Tenemos dos derechos que aún no lo son y otro que vive encerrado en fronteras.
Comments