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Fernando Cid Lucas

"Quitarse el traje de turista para conocer Nápoles": Entrevista al escritor Massimo Siviero.

Massimo Siviero (1942- ), romano por casualidad, aunque de padres napolitanos y napolitano él mismo de corazón, es uno de los más reputados autores italianos de novela negra y un excelente conocedor de la ciudad de Parténope.


Imagen del escritor, Massimo Siviero


A lo largo de su trayectoria ha cosechado una decena de premios literarios, entre los que merece destacarse el Festival in Noir, que ganó con la novela Il Diavolo Giallo en 1992. Además de como novelista, es de destacar su labor como redactor del periódico Il Mattino.


Que sea esta breve entrevista una llamada de atención a los traductores, para que en un futuro no muy lejano podamos ver las obras de Massimo Siverio traducidas al español; estoy seguro de que no defraudará a los lectores y de que nos esperan muchas páginas de buena literatura.



[La presente entrevista se realizó en Nápoles, durante las primeras semanas de la pandemia, en italiano. La traducción al español es del entrevistador. Quiero agradecer, de todo corazón, las facilidades y la generosidad que mostró, desde el primer segundo, el entrevistado.]


Nápoles es una ciudad diferente a cualquier otra. Vamos a comenzar fuerte. Creo que no existe ninguna otra en el mundo que se le pueda parecer. Confieso que mi primera impresión de la ciudad no fue del todo positiva; pero, después de haber vivido allí durante algo más de dos años, echo de menos algunas cosas. Aunque regreso a ella de vez en cuando, puesto que mi mujer es napolitana, lo que más me maravilla es que nada más pongo el pie en Nápoles ya me siento de allí. Pero, querría iniciar esta entrevista con sus consejos para el viajero que llega a Nápoles por primera vez.


Nápoles es una metrópolis que debe vivirse de forma integral; no existen las medias tintas con ella. Pero, para vivirla, un extranjero debe “vestir” el traje mental del residente, habitar con la mente los barrios populares y también los de las zonas de tiendas, la ciudad del mar y la de las colinas. Tú has cambiado tu opinión porque ahora la vives. El primer consejo que puedo dar a un español que visita Nápoles es, por tanto, quitarse el traje de turista y entrar en la carne viva de la ciudad, con sus bondades y con sus defectos. Esta ciudad es el espejo de la vida y antes de disfrutarla es necesario comprenderla a fondo.



También creo que el napolitano es alguien muy diferente al resto de italianos. En algunos aspectos se me parece a los españoles (sobre todo a los del sur), aunque en otros no. Me gustaría mucho que usted me diese su definición de “ser” y de “sentirse” napolitano.


Para entender Nápoles es necesario entender a los napolitanos, apreciar su inteligencia, su ironía, su carácter abierto... en ocasiones demasiado abierto cuando desemboca en una teatralidad excesiva. Es necesario rehuir de las exageraciones. Yo al napolitano lo he definido como categoría filosófica, ya que interpreta -en clave de tragicomedia- la vida para exorcizar a la muerte. Sus exageraciones tienen raíces griegas, no hay duda. “Ser” napolitano es saber estar en sintonía con la vida y vivir al día. El arte de “ir tirando” se se inventó aquí.



¿Y, en cuanto a la “napoletanidad”, cómo podría definirse?


La “napoletanidad”, para bien y para mal, no es algo regional, sino universal: es africana, española, mediterránea e, incluso, normanda y suaba. Pero, el meollo de esta “napoletanidad” se puede definir, en definitiva, con el ambiente propio que la domina y que viene a ser el alma de los lugares, del calor y del color que se comparten viviendo la ciudad. La epidermis de este carácter se ha plasmado en 2.500 años de vida, en el intercambio de diversas culturas. El servilismo de la supervivencia hacia los dominadores de turno ha colocado la máscara de una falsa hospitalidad. La gestualidad es un legado del lenguaje universal, de este trasiego de lenguas y de pueblos diversos.



Desprecio y maravilla es el título de un formidable poemario del gaditano Rafael Alberti, escrito en español y en italiano[1]. Es una recopilación de poemas dotados de un lenguaje sonoro, categórico, claro y muy honesto. Querría ahora que usted fuese completamente honesto y categórico y que me dijera qué tiene de despreciable y de maravilloso esta bendita ciudad.


Seré sincero acerca de aquello que es despreciable y maravilloso de una ciudad que he descrito en centenares de artículos periodísticos y en una decena de libros. Sin embargo, diré que el defecto preliminar de esta metrópolis es el de no saber reconocer sus propios defectos, lo cual me parece una forma segura para herirse ella sola. El aspecto más despreciable es aquel de la camorra, que por decenios ha dominado Nápoles. No menos grave, en el pasar de los años, ha sido la inercia o la complacencia de la denominada “sociedad civil” y de la burguesía, que a menudo ha vuelto la cara hacia otro lado -cuando no estaba atareada en el mercantilismo- para no ver lo que ocurría a su alrededor.

Existe también una falsa representación de la “napoletanidad”, que trafica a buen precio con estereotipos, vendiéndolos como si fueran maravilllas, tales como los falsos mitos de sol, del mar, las canciones, la mandolina, la pizza y los espaguetis, la bondad y la hospitalidad. Lo maravilloso lo han ensalzado, además de los cantores partenopeos, los viajeros que se han parado en Nápoles por algún tiempo, desde Virgilio, venido al pie del Vesubio para aprender la filosofía de Sirón y de Filodemo; a Goethe, que derribó algunos estereotipos, como aquel del carácter indolente de los napolitanos, descubriendo, en cambio, la laboriosidad y la productividad económica de un período virtuoso.



Pensando ahora en el futuro ¿qué cosas cambiarán en Nápoles? ¿qué cosas mejorarán?


Nápoles ya está arremangándose para el presente y el futuro para no olvidar -y no hacer olvidar- que fue la capital europea de la Ilustración y de la cultura, organizando muchas iniciativas que así lo confirman, empezando por el “Mayo de los Monumentos”[2], para celebrar el patrimonio artístico y cultural, que este año estará dedicado a Giordano Bruno. También el museo al aire libre de Nápoles se puede disfrutar (sin coste alguno) con una visita a pie a la ciudad.



¿Y qué cosas han cambiado ya? Pienso, por ejemplo, con respecto a cuando usted era niño.


El relanzamiento turístico y cultural de la ciudad, que ha demostrado ser un camino que está dando resultados visibles y agradables y creo que es una opción capaz de colocar a Nápoles entre las principales metrópolis europeas. Mucho se ha hecho ya y la imagen de la ciudad ha cambiado por completo en medio siglo. Basta realizar un viaje a los cafés del centro histórico para darse cuenta de esto. Yo comenzaría este recorrido con un buen espresso en una mesa de Gambrinus[3].


Un lugar que el viajero debería visitar absolutamente nada más llegar a Nápoles sería...


Entre los lugares a visitar están, en las primeras posiciones, el museo de la Capilla de Sansevero y el Cristo Velado, situado en el centro de la nave. La historia del príncipe de Sansevero es una fascinante combinación de literatura gótica, alquimia y ciencia. Es visita obligada. Pero hay miles de lugares para visitar. Otra parada obligatoria es la Piazza San Domenico y la iglesia del mismo nombre. Partiría desde su sacristía, donde están los sepulcros de los reyes aragoneses. Y, además, Castel Nuovo, Castel dell'Ovo, el Palacio Real en Piazza del Plebiscito, el Palacio de Capodimonte, el Museo de San Martino, Castel Sant'Elmo... Sólo tendríamos la dificultad de decidir por dónde comenzar.


Iglesia de Sant'Arcangelo a Baiano, Nápoles



Una canción napolitana, que no caiga en los tópicos, y que sea necesaria conocer.


Una canción napolitana que adoro y que refleja el alma de Nápoles es Cu’mme, en cuanto a sus versos y a las interpretaciones que hicieron de ella Mia Martini, Roberto Murolo y Enzo Gragnaniello. Cada vez que la escucho se me pone la piel de gallina. El texto de Gragnaniello, en napolitano -también por cómo fue interpretado por estos cantantes-, se ha convertido en un icono nacional.




Un plato (más allá de la pizza, que es cierto que es la mejor del mundo, doy fe) que debemos probar.


Un plato que hay que probar es la parmigiana de berenjenas, típica de la cocina napolitana, que es la primera a nivel mundial; no lo digo yo, que, por lo general, no me gusta el partidismo o los halagos. Pero, es una cocina que hace verdaderamente bien al corazón y al paladar, porque la cocina napolitana es algo más que cocina mediterránea, a la que pertenece con algún punto extra: no es sólo pasta, también hortalizas, verduras, legumbres, pescado, carne, etc., una variedad de ingredientes increíble.



La última pregunta que le hago es una pregunta en blanco, con el fin de que usted pueda dirigirse directamente al viajero y aconsejarle qué hacer, dónde ir, como entender la ciudad... o contarle un secreto, una confesión, algo que no esté en las guías, etc.







[1] Roma, Editori Riuniti, 1972.

[2] En Nápoles, durante el mes de mayo, multitud de monumentos, palacios y museos abren al público de manera gratuita (nota del entrevistador).

[3] Local histórico situado en los aledaños de la monumental plaza del Plebiscito. Fue fundado en 1860 por el empresario Vincenzo Apuzzo. Para muchos napolitanos el mejor café se sirve allí (nota del entrevistador).


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