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Rosa Durán Rodríguez

Las arañas de Villeneuve

Cómo reconocerse en un mundo asfixiante, repetitivo y mastodóntico que nos engulle, nos suprime como individuos, nos despoja de todo atisbo de moralidad y nos incita a repetir nuestros errores una y otra vez en un universo cíclico donde el inicio y el fin no parecen distinguirse.

Fotograma de Enemy, de Denis Villeneuve



2021 ha sido de todo menos un año corriente. En cuanto a cine se refiere, los blockbusters parece que han reavivado la industria tras unos meses un tanto complicados. Gracias a los estrenos de cintas como The French Dispatch, No time to die, Don’t look up, Spider-man: No way home o Dune. El interés suscitado por esta última junto a mi interés por su director me llevó hace unos días a revisar parte de su filmografía. Fue en esta revisión donde volví a encontrarme con una de las grandes joyas de Villeneuve y que paradójicamente es una de las grandes olvidadas de su filmografía.


Villeneuve, hoy convertido en uno de los grandes referentes del cine americano - Sicario, La llegada, Blade Runner 2049, Dune - comenzó a suscitar admiración con su largometraje “Polytechnique”. Tras la buena acogida de sus siguientes trabajos - “Incendies” o “Prisoners” - continuó con Enemy en lo que se podría considerar como su transición de director emergente a nombre consolidado en la industria.


Cartel en España para Enemy, de Denis Villeneuve



El hombre duplicado de José Saramago sirve de base para este largometraje, donde la ciudad se impone como aniquiladora de la identidad propia de los personajes. Personajes idénticos físicamente, encerrados ambos entre bloques de hormigón, condenados a repetir en bucle sus errores personales, cegados por una neblina constante que les impide ver quienes son en realidad. A este asfixiante ambiente se le suman las dos protagonistas femeninas confrontadas en sus roles pero unidas por el miedo que impone su sexualidad y su control sobre los protagonistas.


Si bien es cierto que Villeneuve reprende uno de los temas clave en la novela del escritor portugés: la identidad propia; este va más allá. Cómo reconocerse en un mundo asfixiante, repetitivo y mastodóntico que nos engulle, nos suprime como individuos, nos despoja de todo atisbo de moralidad y nos incita a repetir nuestros errores una y otra vez en un universo cíclico donde el inicio y el fin no parecen distinguirse.


En este sentido, las escasas pero impactantes escenas de las arañas con las que Villeneuve parece haberse obsesionado en esta película no son algo anecdótico. Estas arañas cobran gran importancia a lo largo de la película, pues se pueden interpretar como un símbolo sustitutivo de la figura del uróboro. En lugar de la serpiente enroscada sobre sí misma engullendo su propia cola, las arañas aparecen en “Enemy” para recordar a los personajes que están abocados a repetir sus mismos errores, a vivir en un mundo que está fuera de su control y del que siempre serán unas meras marionetas.


Fotogramas de Enemy, de Denis Villeneuve



Analizando cuándo aparecen estos seres, vemos que están inexorablemente ligados a la sexualidad femenina, al miedo al compromiso por parte de los protagonistas y a la figura de la mujer como sinónimo de errores y de perdición.


Las mujeres, vistas como arañas, van tejiendo la red en la que los hombres quedan atrapados y pierden todo su poder de decisión, pues una vez que caes en ella(s) ya no puedes salir. Así, las mujeres del extraño club - símbolo de la incapacidad de compromiso de uno de los personajes - nunca aparecen con rostro propio, se deshumanizan como meros cuerpos, objetos de placer o como seres que podrían ser propios de la mitología, con cuerpo de mujer y cabeza de araña. En contraposición, la figura de la futura madre acaba viéndose, literalmente, también como una araña, que atrapara igualmente con sus redes al protagonista.


Más allá de este “peligro” representado por las mujeres, en Enemy no hay peor enemigo que uno mismo. La falta de autoconocimiento, el papel de uno mismo en el mundo e incluso los límites de la propia realidad se cuestionan.


Jake Gyllenhaal junto al cineasta Denis Villeneuve durante el rodaje de Enemy


Los personajes agonizan bajo una duda existencial que compromete su propia experiencia e identidad. Una identidad que se quiebra todavía más cuando este doble se descubre, eliminando toda individualidad y singularidad de los personajes principales. Una identidad engullida además por un entorno que les priva de cualquier tipo de poder de decisión. Villeneuve consigue plasmar esta idea visualmente desde el inicio del film, con los encuadres claustrofóbicos de las edificaciones masivas que comprimen a los personajes, de los cables de los tranvías que rigen el camino de los mismos o las ventanas del metro o del apartamento que los encierran, que limitan su libertad y por ende el control de su propia vida.


Quizá Enemy no sea una de las películas con el mensaje más halagüeño para terminar el año, pero es, a mis ojos, una de las mejores obras de este director que merece recuperar el lugar que debe tener en su filmografía y una buena recomendación para añadir a la lista de películas por ver.











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