Los estudios de artista son espacios en los que se conciben las obras de arte, donde se generan, se materializan, se discute con ellas, incluso en ocasiones también donde son destruidas para siempre.
Fotografías del estudio del pintor Francis Bacon
«Mi pintura no es violenta, lo violento es la vida. Hasta en el más hermoso paisaje, en los árboles, bajo las hojas, los insectos se están devorando unos a otros: la violencia es una parte de la vida. Nacemos, follamos, morimos. ¿Qué puede ser más violento que eso?»
Francis Bacon
Los estudios de artista son espacios en los que se conciben las obras de arte, donde se generan, se materializan, se discute con ellas, incluso en ocasiones también donde son destruidas para siempre.
El grado de visibilidad de los procesos creativos que tienen lugar en su interior va desde lo más íntimo a lo más público, y es algo que depende de cada artista, pero ¿puede un estudio convertirse en una especie de extensión de la obra artística de un/a creador/a? ¿Podría alcanzar por sí mismo un valor que trascendiese su uso como mero espacio de trabajo? ¿En qué medida su estudio puede ayudarnos a comprender el contexto de producción de las obras? ¿Tiene sentido musealizar un estudio de artista?
Hay estudios y estudios, y el de Francis Bacon resulta excepcional para este breve estudio.
Hace ahora justo 30 años, a mediados de abril de 1992, el reconocido pintor Francis Bacon se encontraba de nuevo en Madrid pese a que acababa de ser intervenido de un riñón en Inglaterra. Seguramente fueron varios los motivos que le llevaron a realizar aquel último viaje y saltarse las advertencias médicas, además de preparar exposiciones de su obra o transitar los pasillos del Museo del Prado, del que era un asiduo visitante. Desde hacía un tiempo mantenía una discreta relación con un ingeniero español de clase acomodada a quien visitaba frecuentemente, y junto a él viajaba por España y disfrutaba de la animada noche madrileña de principios de los 90.
Pocos días después de su llegada Francis Bacon ingresó en una clínica privada de la capital, donde permaneció en la UCI sin poder apenas hablar, hasta que seis días después murió a causa de un infarto agudo de miocardo. Según los protocolos su cuerpo se trasladó al crematorio del Cementerio de la Almudena, donde fue incinerado sin ningún tipo de ceremonia y en la más estricta soledad. Sus cenizas fueron enviadas posteriormente a Inglaterra. El 28 de abril de 1992 moría en Madrid a los 82 años uno de los pintores más importantes del siglo XX.
El estudio que había utilizado desde 1961 en el nº 7 de Reece Mews, en el distrito londinense de South Kensington, permaneció cerrado y abandonado durante varios años después de su muerte.
Fotografías del estudio del pintor Francis Bacon
No fue su único estudio, ya que se trasladó varias veces dentro y fuera de la ciudad de Londres, pero fue donde vivió y trabajó más de 30 años. Era un espacio muy reducido de 4x6 metros en el que apenas tenía sitio para pintar sus grandes lienzos, por lo que generalmente utilizaba fotografías de sus modelos para elaborar sus retratos, es decir, al contrario que otros artistas cercanos de la denominada 'Escuela de Londres' como Lucian Freud, Bacon no pintaba del natural.
Aunque la principal característica del taller era la caótica acumulación de objetos desparramados por todas partes: botes de pintura, pinceles, periódicos, revistas, hojas arrancadas de enciclopedias, ropa manchada de pintura, platos y cazuelas que habían servido como paleta, sprays, lienzos desechados, filtros industriales, gafas para leer, libros, cartas... y muchas cajas de champán vacías.
De ese aparente caos saldrían muchas de sus grandes obras de arte que hoy conocemos. Bacon era muy disciplinado en lo que se refiere al trabajo y pasaba varias horas al día pintando en la intimidad de su estudio. Era muy reservado en cuanto a dar a conocer sus métodos pictóricos o permitir el acceso a su taller a personas ajenas mientras él trabajaba, aunque en ocasiones se dejaba retratar por amigos cercanos o por periodistas.
Al analizar los objetos encontrados en él podemos profundizar en la dimensión creativa de su obra y entender algunos de los procedimientos técnicos que utilizaba para elaborar sus lienzos. Ejemplo de ello son las plantillas de flechas que aparecen en varios de sus cuadros, o las dos siluetas de papel fotográfico recortado con la cabeza de George Dyer, su amante entre 1963 y 1971 que, al presentar pequeños agujeros de alfileres y restos de pintura en sus bordes nos permite deducir que pudo clavarlas a un lienzo y pintar sus contornos. Bacon utilizaba trozos de pantalones de pana manchados de pintura para aportar texturas a ciertas partes de sus obras, así como otras telas de cachemira, franela, albornoz o incluso calcetines acanalados. Al analizar con detalle el estudio de Bacon se ha podido comprobar que primero pintaba sobre las paredes del mismo, empapaba los trozos de tela texturada con esa pintura y luego las aplicaba sobre los lienzos.
Se dice también que no usaba una paleta tradicional para mezclar los colores, o al menos no se encontró, de ahí la importancia de la puerta de acceso y de las paredes del propio estudio, cuyos restos de pintura demuestran que podía utilizar cualquier superficie que tuviese cerca como paleta. Otra observación interesante es que la puerta presentaba manchas de pintura en ambos lados, de lo cual se deduce que podía trabajar tanto con la puerta del estudio abierta como cerrada.
Tras la muerte de Bacon el heredero único tanto de su legado artístico como del estudio de Reece Mews fue John Edwards, con quien el pintor había mantenido una estrecha relación personal durante los últimos 16 años y al que había retratado en varias ocasiones. Edwards fue una de las pocas personas que accedió a su estudio y que además pudo contemplarle durante el acto de pintar, y creyó firmemente que merecía la pena tratar de conservar aquel espacio en el que el pintor había creado gran parte de su obra más relevante. El estudio se localizaba en la antigua cochera de unas caballerizas victorianas, por lo que era un espacio muy estrecho y con una accesibilidad muy complicada para convertirlo en una casa museo, así que había que buscar otra solución.
Exterior del estudio 7 Reece Mews de Francis Bacon, Londres, 1998
John Edwards, juntó a Brian Clarke, albacea, con la directora del Museo de la Ciudad de Dublín ,Hugh Lane, dando como resultado una propuesta de lo más original: trasladarían pieza a pieza el estudio de Bacon desde Londres hasta Dublín, lugar de nacimiento del pintor. Pero no solo su contenido, que sería fotografiado y registrado previamente, sino cada detalle del mismo, incluyendo partes estructurales como paredes, puertas y techo, e incluso la estrecha escalera por la que se accedía. La donación del estudio tuvo lugar en 1998, y un equipo enviado por Hugh Lane y dirigido por la conservadora Mary McGrath se encargó de efectuar todas las tareas necesarias. En este equipo se encontraban arqueólogos, que realizaron dibujos topográficos y de elevación, y mapearon los espacios y la ubicación exacta de cada objeto.
También había historiadores del arte y conservadores, que fueron asignando meticulosamente un número de archivo a todos y cada uno de los elementos del estudio, desde los pinceles hasta los recortes de revistas o las manchas de pintura. Una vez empaquetado se realizó el traslado al museo de Dublín. En mayo de 2001 se abrió al público y de manera gratuita en la parte trasera de Hugh Lane el estudio de Bacon fielmente reconstruido, además de una sala audiovisual, una pequeña galería y una zona de exposición.
Entre los más de 7000 artículos rescatados y archivados se encontraban, aparte de unos 2000 materiales propios de la pintura, 70 bocetos y obras en papel. También alrededor de 1500 fotografías que le servían de inspiración, como tiras fotográficas propias y de amistades cercanas, retratos con dobles exposiciones, más de 120 imágenes arrugadas, rotas, pisoteadas y con manchas de pintura del fotógrafo de Vogue John Deakin, o más de 200 del también fotógrafo y amigo Peter Beard. Se encontraron alrededor de un centenar de lienzos desechados por Bacon en diferentes estados de acabado en los que podemos apreciar los sucesivos momentos que atravesaban sus creaciones.
En el estudio había más de 570 libros, entre ellos obras literarias de T. S. Eliot, W. B. Yeats, William Shakespeare, Federico García Lorca o Friedrich Nietzsche, y unas 1300 hojas sueltas que habían sido arrancadas de libros de arte, ciencia, zoología, deporte o medicina. El archivo generado a partir del estudio londinense de Reece Mews supone una fuente inagotable para la investigación sobre las metodologías de trabajo de Bacon, los materiales con los que realizaba su obra, sus procesos de creación o la imbrincada relación de referencias que utilizaba.
El estudio de su estudio puede incluso revelar parte de sus propias contradicciones, como por ejemplo cuando afirmaba en sus entrevistas que nunca realizaba dibujos previos para sus composiciones pero entre todos los objetos encontrados se hallaron numerosos bocetos. Cada artículo del estudio se compone de una entrada con una imagen y una descripción del objeto. Esta base de datos supuso el primer archivo digital de la totalidad del contenido de un estudio de artista a nivel mundial. El exhaustivo análisis, documentación, catalogación, desmontaje, traslado, archivo y reubicación del estudio de Reece Mews de Francis Bacon desde Londres hasta Dublín significó una experiencia pionera en la práctica museística y puso en valor la singular trascendencia de los espacios físicos de trabajo de los/as artistas para un conocimiento ampliado y complementario de su obra.
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