En El peregrino transparente, el autor colombiano Juan Cárdenas nos sumerge en una Colombia del siglo XIX febril y surreal, llena de personajes esquivos y misteriosos, y donde la realidad no parece diferir tanto de la de hoy día; una novela que parece punto de encuentro de diversos géneros: crónica de viajes, western, novela histórica, ensayo, …
Fotografías de Ernst Bourgarel. Colombia, 1899. Archivo Bourgarel
No es El peregrino transparente una historia fácil de reseñar. De hecho, su trama es casi lo más accesible: se narran las peripecias del pintor inglés Henry Price, parte de una expedición ¿científica? que recorre el territorio colombiano (nación de reciente formación, estamos en 1850) tratando de evaluar no solo sus formas y costumbres, sino también su naturaleza y sus recursos, sus politiqueos locales, etc. Se trata de tiempos turbulentos. Pero, más allá de su función como pintor, Henry Price termina obsesionándose y siguiendo los pasos de otro misterioso pintor, José Rufino Pandiguando, que durante gran parte de la obra no es sino una presencia fantasmal.
Pero la trama es solo una de las múltiples capas de una obra que (adelanto) forma parte de mis favoritas del 2023, y que me ha hecho curiosear por el resto de obras de Cárdenas. No resulta fácil encontrar estilos como el del autor colombiano, y el buen lector quiere sentir otra vez ese cosquilleo de leer algo “nuevo” (porque nuevo nuevo, lo que se dice nuevo, no hay mucho en la literatura).
Por un lado, están los múltiples trasfondos de la novela, que superpuestos unos sobre otros, recrean un paisaje común y polifacético. Podemos encontrar, de forma bastante explícita, el concepto de nación y formación de la nación (“Todos los países son fantasías, alegorías. El meollo del asunto es que no hay exterior de la fantasía. No hay manera de salir de ella. Lo que hay, en todo caso, son umbrales, portales […] por los cuales un peregrino transparente podría atravesar una fantasía a la otra”. Sobre la nación y la identidad, en una entrevista, el propio autor decía “Ahora está de moda […] decir que hay que eliminar los estados-nación y yo me pregunto: ¿para qué? ¿Para instalarnos en una especie de aldea de los pitufos alrededor de una olla comunitaria perpetua, a contarnos los mismos cinco mitos ancestrales? Somos bichos políticos y gregarios, más solidarios que competitivos, y tarde o temprano acabamos reinventado el Estado, que ha aparecido y desaparecido a lo largo de los milenios varias veces. Soñar es casi sinónimo de soñar países”), también (muy relacionado con lo anterior) el expolio colonialista y poscolonialista, y la destrucción del medio ambiente; el exotismo convertido en tópico, casi cliché; la disolución de todas las utopías de la época, las costuras a la vista en todos los matices de la esclavitud y su abolición; hasta el otro tópico de la vida bohemia, disoluta, de los artistas. Arte y geopolítica.
Portada para El peregrino transparente, editorial "Sigilo", 2023
Me da la impresión que Cárdenas “usa” su obra, ubicada en el siglo XIX, para ofrecernos otra manera de comprender el mundo en el que vivimos hoy, como juego de reflejos, de causalidades. Porque quisiéramos creer que mucho hemos cambiado, que aquellas formas y actitudes quedaron atrás, pero nada más lejos de la realidad. El mundo humano sigue siendo un monstruo voraz, también lo era entonces. Como buen artesano, Cárdenas no sólo escribe de manera maravillosa, sino que hila la historia de reflejos y fantasías, a través de tres partes desiguales (una primera sublime, una segunda que es exabrupto lírico y oscuro –innecesario, en mi opinión- y una tercera, mi preferida, que es cuando Pandiguando deja de ser un espectro y adquiere materialidad) pero que conforman una estructura en conjunto equilibrada. Lo cual es una buena cualidad, precisamente porque la forma de narrar de Cárdenas aturde. Te sumerge en una atmósfera febril, por momentos irreal, tremendamente húmeda (tropical), pero por momentos también fría, nubosa, saturada con la multitud de verdes de la naturaleza colombiana. La narración nos conduce por estampas de gran costumbrismo, habitadas por personajes que oscilan entre el exceso, la desidia, la incomprensión, la mirada casi animal…
Y en esta realidad de la novela, preciosista, recargada, extraña, donde cualquiera podría perderse en las voces oscilantes, las fragancias intensas, la visceralidad, la ironía, resulta que no, porque ahí están nuestro Henry Price persiguiendo a Pandiguando, trasuntos de Charlie Marlow detrás de Kurtz (El corazón de las tinieblas), o del capitán Ahab detrás de Moby Dick (Moby Dick), o de Kerans detrás del teniente Hardman (El mundo sumergido).
La novela de Cárdenas aterriza en la materialidad forzada, física, de estos dos personajes, y en la conclusión de la historia (calma, no hay spoilers), el lector podrá juzgar las virtudes y defectos de una novela que se sale de lo común, donde fondo y forma batallan y se apartan y se acercan para adorarse, pero que, sin lugar a dudas, merece la visita.
Igual que Colombia, suelo y patria de El peregrino transparente.