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Iván Hernández Montero

El abrazo de la artista

Actualizado: 7 jul 2021

La artista ahí sentada, por un momento se mece su mirada es fija el mimbre cruje debajo suyo, a los lados, se frota las yemas de los dedos ásperos impulsa con ellas cientos de movimientos circulares a ratos sin querer elípticos, para sacarse el carbón y la resaca de los gestos llevados a su extremo...



Inula, proyecto “Arqueologías del paisaje", 2021



I

la artista ahí sentada, por un momento se mece

su mirada es fija el mimbre cruje debajo suyo,

a los lados, se frota las yemas de los dedos ásperos

impulsa con ellas cientos de movimientos circulares

a ratos sin querer elípticos, para sacarse el carbón

y la resaca de los gestos llevados a su extremo

fricciona pigmentos y piel y (des)concentración,

podría generar una hoguera entre sus huellas

podría, si quisiera, incendiar su identidad


II


ha dibujado muchas líneas negras que se tocan

se superponen, se cruzan, se tachan a sí mismas

son anchas, ocupan toda una pared del salón

a un lado: una radio, una televisión, una cámara

una mesa baja con restos de comida, pieles de fruta,

los muebles apartados a un lado para ganar distancia

y poder estirar los brazos, o agacharse, o saltar (la acción),

para danzar libremente sobre la pared, ser ella cuerpo

con carboncillos y brochas untadas en las manos


III


la artista sentada un instante se mece ligera y brillante

sus ojos marcados sobre las líneas pero ajena a ellas

arrojada más allá de los muros del piso alquilado,

de la ciudad rugiente que vibra con camiones

de basura constantes, tanto por limpiar allí, el aire,

su mente inmersa dentro de la propia materia pintada

acomodada en la negrura de sus trazos solemnes

producto de la fuerza y el empeño de la razón

sujeta a la vez una taza desganada y ya vacía


IV


bandadas de estorninos junto a la ventana, veloces,

le recuerdan a la artista que el día se agota (¡vuelve!)

ve


V


mira

la penumbra se adueña de tu espacio y de tu tiempo


VI


se levanta, se estira, los nota tantos músculos tensos

la traición inesperada de los gemelos subiéndose,

vuelve a colocar hojas de periódico sobre el suelo:

otro ritual que sus miembros repiten mecánicos:

como cada atardecer la hora de abrazar la pintura blanca

y restaurar, para la siguiente mañana ya seca,

al regresar despeinada de su noche única e inhóspita,

la pared blanca del salón, como lienzo y como ausencia

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