La artista ahí sentada, por un momento se mece su mirada es fija el mimbre cruje debajo suyo, a los lados, se frota las yemas de los dedos ásperos impulsa con ellas cientos de movimientos circulares a ratos sin querer elípticos, para sacarse el carbón y la resaca de los gestos llevados a su extremo...
Inula, proyecto “Arqueologías del paisaje", 2021
I
la artista ahí sentada, por un momento se mece
su mirada es fija el mimbre cruje debajo suyo,
a los lados, se frota las yemas de los dedos ásperos
impulsa con ellas cientos de movimientos circulares
a ratos sin querer elípticos, para sacarse el carbón
y la resaca de los gestos llevados a su extremo
fricciona pigmentos y piel y (des)concentración,
podría generar una hoguera entre sus huellas
podría, si quisiera, incendiar su identidad
II
ha dibujado muchas líneas negras que se tocan
se superponen, se cruzan, se tachan a sí mismas
son anchas, ocupan toda una pared del salón
a un lado: una radio, una televisión, una cámara
una mesa baja con restos de comida, pieles de fruta,
los muebles apartados a un lado para ganar distancia
y poder estirar los brazos, o agacharse, o saltar (la acción),
para danzar libremente sobre la pared, ser ella cuerpo
con carboncillos y brochas untadas en las manos
III
la artista sentada un instante se mece ligera y brillante
sus ojos marcados sobre las líneas pero ajena a ellas
arrojada más allá de los muros del piso alquilado,
de la ciudad rugiente que vibra con camiones
de basura constantes, tanto por limpiar allí, el aire,
su mente inmersa dentro de la propia materia pintada
acomodada en la negrura de sus trazos solemnes
producto de la fuerza y el empeño de la razón
sujeta a la vez una taza desganada y ya vacía
IV
bandadas de estorninos junto a la ventana, veloces,
le recuerdan a la artista que el día se agota (¡vuelve!)
ve
V
mira
la penumbra se adueña de tu espacio y de tu tiempo
VI
se levanta, se estira, los nota tantos músculos tensos
la traición inesperada de los gemelos subiéndose,
vuelve a colocar hojas de periódico sobre el suelo:
otro ritual que sus miembros repiten mecánicos:
como cada atardecer la hora de abrazar la pintura blanca
y restaurar, para la siguiente mañana ya seca,
al regresar despeinada de su noche única e inhóspita,
la pared blanca del salón, como lienzo y como ausencia
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