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Rosa Durán Rodríguez

Decorado de cuento. Historias del día a día, o casi.

Ya sea porque llega con un año de retraso o porque el reparto cuenta con estrellas para todos los gustos y edades, lo cierto es que The French Dispatch se puede clasificar indudablemente como una de las películas más esperadas del año.


Cartelería para The French Dispatch, De Wes Anderson. 2021



Pocas veces ha habido tanta expectación por la presentación del último trabajo de Wes Anderson. Ya sea porque llega con un año de retraso o porque el reparto cuenta con estrellas para todos los gustos y edades, lo cierto es que The French Dispatch se puede clasificar indudablemente como una de las películas más esperadas del año.


Ahora bien, como todas las cosas tan esperadas y a las que se les da tanta publicidad, podemos llevarnos una decepción. Si bien no es una decepción, es cierto que The French Dispatch difiere del resto de películas realizadas por el director y es quizá por ello que aun siendo una película fácilmente atribuible al director tejano, no acaba de sentirse 100% suya.


¿Qué por qué? Quizá entre aquí en una lectura demasiado profunda o subjetiva del film. Sin embargo, el hecho de que sean tres historias diferentes entre sí, siendo el magazine “The French Dispatch” el único nexo identificable entre ellas, nos presenta ya la que se puede considerar como la primera “anomalía”. Anomalía pues sus narrativas artificiosas, un tanto melosas y la mayor parte de veces inverosímiles tienen, normalmente, un solo protagonista - o varios protagonistas que comparten en cierto modo las mismas problemáticas vitales - en torno a una narrativa central clara.


Un joven indefenso, o más bien ajeno al mundo, sin experiencia vital alguna y sin una figura paterna clara, ausente en algunos casos o inexistente en otros. Un joven que descubre la vida - de la mano de otro personaje que bien podría considerarse como ese padre ausente, como un compañero de viaje - y el amor - a través de personajes femeninos con los que la relación surge, usualmente, de manera inesperada a raíz de pequeños conflictos o roces - pero no tres figuras masculinas de diferentes edades que parecen presentarse con el mismo peso narrativo que sus compañeros de viaje o figuras femeninas.


Cartelería de los personajes principales de The French Dispatch, de Wes Anderson. 2021



Tres historias, enlazadas las tres por una cuarta - la del propio jefe del magazine - que más allá de centrarse en situaciones completamente inverosímiles, en diferentes etapas de la vida y en personajes cada cual más fabulosos, tienen como trasfondo la soledad, o mejor, el deseo por suplir esa soledad. Ese deseo de encontrar a alguien con quien compartir momentos y vivencias. Esa necesidad de tener a alguien al lado como compañero vital en el plano sentimental.


Todos ellos de una manera u otra buscan esa compañía, en una búsqueda que no siempre es evidente y que en numerosas ocasiones puede rechazarse de entrada. Unos son afortunados y la encuentran, otros no, pero es, al fin y al cabo, el deseo último de cualquiera de los protagonistas de The French Dispatch.


Esta búsqueda caótica, orgánica y espontánea, llena de montañas rusas emocionales contrasta con unos decorados que, esta vez sí en la línea de la estética del director, por su simetría, idealización y geometría presuponen la estabilidad emocional de los personajes.


Fotograma de The French Dispatch, de Wes Anderson. 2021.



Quizá es esta dicotomía visual-emocional la que devuelve un poco al mundo propio de Wes Anderson, por diferentes que puedan ser las historias que se narran en estos mundos de cuento. Unos mundos a los que yo volvería una y otra vez para nunca salir.



Wes Anderson durante el rodaje de la película The French Dispatch. 2021.



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