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José Fernández Tamames

De lo bello y lo terrible

En el periodo de entreguerras, en Viena, los grandes físicos, químicos, arquitectos, poetas, artistas y músicos compartían mesa en los cafés.


El Café Griensteidl, de Reinhold Völkel (1896)


Wittgenstein, miembro de una de las familias más adineradas del mundo no tenía un jet privado, sólo tenía un tren privado para viajar por toda Europa. Rilke daba sus pequeños pasos entre Viena, Paris, Ronda y Toledo. La película Cabaret nos lleva a otra de las capitales del arte, Berlín. Un joven doctorando inglés Michael York, se cruza en la vida de una americana, Sally Bowles, Liza Minnelli. Nada expresa más lo sublime y lo terrible que este musical, cuando acaba acechando el abismo del nacismo. Porque nos refleja, este musical, a la extrema derecha como la fealdad uniformizada, la maldad perversa revestida de virtud, y la mentira, victimista y pegajosa, como única forma que tiene de articular palabra. 


La actriz, Liza Minelli, Cabaret, 1942


Este desvelamiento de lo sublime también lo hizo, hablando de música, Mahler cuando estrenó sus sinfonías en este periodo y tenía la consideración de maestro en Viena. Su quinta, en concreto Adagio, es sublime por lo que tiene de belleza terrible, como nos explicó Kant. 


Es el mismo momento en que, también, Wittgenstein ganó notoriedad gracias al Círculo de Viena. Este grupo de científicos se propuso buscar el fundamento de la Ciencia. Las vías del tren recorrían media Europa, los fertilizantes revolucionaron el campo, los rayos X la medicina y un sinfín de avances científicos que hacían del progreso humano algo imparable. 


La tecnología se aprovechaba de los avances científicos y dejaba de ser, la Ciencia, un área de discusión teórica para iniciados. Los miembros del Circulo, se inspiraron primero Ernst Mach y Ludwig Boltzmann para luego descubrir a Wittgenstein. La idea fundamental, que llegó hasta Cambridge, con Russel, fue si el lenguaje de las ciencias era la matemática y la lógica era pura matemática. Está pretensión dio mucho de sí para la computación, como veremos, en sus planteamientos teóricos. 


En esos mismos años, la evolución de la Física que impulso Boltzmann sobre los estados probables de la materia y la aparición del atomismo, que fue un duro golpe para el positivismo de Mach y el Circulo de Viena. Einstein, un empleado de la oficina de patentes en Viena, a principios de siglo, demostró la posibilidad de que existieran esos átomos. Luego paso a convertir a la luz en fotones, dejando de ser ondas, y proponer la teoría de la relatividad, que se fue digiriendo poco a poco. Cuando se estaba discutiendo los fundamentos de la Ciencia relacionados con la lógica, aparece Einstein y cambia todo el terreno de juego.


La otra estocada al Círculo de Viena, fue Kurt Gödel, el mejor amigo de Einstein en USA. Asistió a algunas de sus reuniones, pero no compartía sus tesis. Su pasión por Kant, primero, y por Platón, después, no le permitían colaborar intensamente con el resto de miembros del Círculo. Era un discreto y enfermizo matemático, después de todo, y termino por poner patas arriba toda la obra de Russell y la del propio Circulo de Viena. Por esos días, sobre el 1928, conoce a Adele Nimbusrsky, una bailarina de cabaret, con la que comienza a vivir. Lo cuida y protege en sus caídas y recaídas psicológicas en la paranoia. Se casaron 10 años después, en 1938, que es cuando comenzó su calvario de la persecución nazi, sin ser ni rojo ni judío, hasta terminar en USA, como tantos otros que tuvieron la suerte de no morir a manos de la extrema derecha, y dejando atrás los cabarets.


Los miembros del Círculo de Viena y el resto de científicos y pensadores en Austria, empezaron a sufrir la persecución o por ser judíos o amigos de los judíos. De lo bello y lo sublime pasamos a lo feo y grotesco, a la maldad perversa, la envidia de miserables y mediocres, a la mentira que difama e injuria, por no tener mejores argumentos. Muchos de la extrema derecha, nos explican que el socialismo no es más que la envidia a los que tienen mejor suerte en la vida. Algo así como una revisión cutre de Nietzsche y los complejos de la cultura judeocristiana. 


Lo cierto es que no se ha dado en la Historia de Europa una reacción más violenta de la envida que el antisemitismo de Viena en esos años. Las fortunas más grandes del mundo estaban en manos de familias de origen judío y la mayoría vivían en Viena. Esas mismas fortunas que apoyaron la Ciencias y las Humanidades. Uno de ellos, Stefan Zweig, lo expreso con toda claridad en su obra “El mundo de ayer", el 90% de lo que el mundo celebra como cultura vienesa del siglo XIX fue promovido, nutrido o creado por los judíos de la ciudad. La extrema derecha no es más que la reacción violenta de la mediocridad intelectual y de la miseria moral que nació de la envidia profunda ante dos hechos relevantes: para conseguir algo hay que trabajar duro y para poder crear algo nuevo, hay que arriesgar mucho. 


En estos años, en Inglaterra, Alan Turing, estableció otro camino para abordar los límites de las matemáticas y lo hizo desde la mecanización de la computación, inspirándose en las tesis de Kurt Gödel. Trabajo sin descanso por vencer a los nazis y sus máquinas de encriptación Enigma, sin que sus genialidades le librarán de la castración química y el tratamiento hormonal, algo que aún tenemos que soportar en nuestros días pero las llaman “Terapias de conversión”.


Otro gran superdotado, que tuvo que huir también por su origen judío, John von Neumann, en 1945 realizó la primera arquitectura física de un ordenador. Así que, la formalización de los fundamentos de las matemáticas nos lleva a la construcción de la mecanización de la misma matemática. 


Con todo ello, la Computación crece librando batallas con la optimización del hardware y software, y los problemas del lenguaje quedan muy lejos de los procesos de las máquinas. La promesa de la informática, externalizar los procesos cognitivos del ser humano, se reducen a la lógica y a la lógica matemática. Estas máquinas no pueden acercarse a la creatividad humana, no pasan de ser máquinas de vapor, deterministas, que cumplen con la mecanización de algunos cálculos, que es todo un avance, pero no puede con la complejidad del conocimiento humano. 


La Inteligencia Artificial empezó creyendo que la inteligencia humana, el cerebro, era pura computación lógico-matemática. Pero no resultó ser tan fácil. Al comienzo de los años 40 era un problema de capacidad de procesamiento. Luego, en los 50, el determinismo de base no permitía generalizar los cálculos más allá de resolver problemas muy conocidos. Aparecen los sistemas expertos en los 70 que dependían de eso mismo, de expertos y la reprogramación manual porque no eran capaces de aprender para resolver nuevos casos. A partir de los años 2000, el big data y los nuevos modelos de programación, empiezan a dar resultados. El determinismo de los procesos de base se convierte en caculos probabilísticos, en la gestión de la incertidumbre, y el modelo de imitación del conocimiento básico, el conocimiento sensible, se cambia por un modelo que imita las redes neuronales. Pero desarrollar todo esto es para otro momento. 


Lo que sí estamos es dentro de máquinas de la I Revolución Industrial que nos están llevando al mundo de la complejidad. Estamos aún lejos de la Física cuántica y su uso en la computación. Estamos hablando de que aún no hemos pasado de los primeros días del año 1905. 


Lo curioso es que dónde la IA ha mostrado su poder es a través del Procesamiento del Lenguaje Natural. Volvemos a Wittgenstein, a lo decible y a lo indecible en le centro de la computación. Pero no es más que coger un atajo, procesar una representación formal del conocimiento. No procesamos como procesa nuestra mente. Procesamos uno de sus productos finales, el lenguaje, que no es poco. 


Mientas, sería maravilloso que las factorías de la I Revolución Industrial de la Computación fueran transparentes y pudiéramos vivir con la informática usando nuestro idioma, nuestra voz y nada más, que lo bueno, bello y verdadero fuera el único contenido. Vamos a ver si lo hacemos bien. La primera fase es interesante: quitar la polución, el ruido y el trasiego de mercancías de nuestra vista, esas factorías en medio de nuestras vidas, las que soportamos con esos contenidos infames en las redes sociales, el ecosistema de desinformación y el desprecio a los Derechos Humanos. 

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