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Miguel Ángel Alegre Cortés. Colaborador

Autorretrato alegre

Para asegurarse de que es comprendido, tiene la necesidad de explicar el lugar de dónde surgen estos poemas. La mayoría de los que los han leído los han calificado de amor. Pues claro. Para él, el motor de la poesía es el amor; pero el amor a todas las cosas, no sólo el romántico, al que cree que se referían. El amor a la vida, el amor a los amigos, el amor a la naturaleza, a las ideas, al propio lenguaje… Por otro lado, la poesía también es, sobre todo, análisis. No es muy partidario de la concepción de la poesía como catarsis, o como un proceso confesional, al menos en estado puro.


Muchos de los textos que lleva escritos nacen de la búsqueda del amor a uno mismo, e intentar entender su situación y poder mirar hacia delante.


Son teselas de un autorretrato, con las fantasías y licencias que se ha permitido tomar, claro está. Sabe que cuando se llene lo bastante de ese amor propio, podrá empezar a explorar los demás tipos.

Autorretrato, sin fecha conocida, Man Ray


De momento, ha aprendido que el romántico no es la salvación a todo. Además, está empezando a sacar tiempo para hacer las cosas que realmente le gustan. Atreverse a ello y no sentirse culpable por no conformarse con algunas cosas que se le han dado. Poco a poco, se acostumbra a mirar de verdad el mundo que le rodea, saliendo de su egoísta ensimismamiento y siendo consciente de que participa de una colectividad.


Así, es como al fin su vida dejará de ser una sala de espera. "Si no me llaman, daré un toque, y si no, me iré a otro sitio donde me sienta bien atendido. Pero no me voy a quedar quieto".



Ajuar


Tendré que barrerlo.

¿Dónde están la escoba y el cogedor?

Te dije: “Cuidado

cuando me vayas a dar tu opinión.

Las palabras duelen

y yo soy muy frágil de corazón.”


Está desparramado en el salón.

Voy a mi cuarto a por las zapatillas

que no me quiero cortar con las trizas

en las que se ha desguazado mi amor.



Venus


Devanando el hilo rojo

el ovillo entre mis manos

se forma poquito a poco.

Entretejen los arácnidos

sangre que mancha mis palmas

y forman como en el polvo

esas grandes telarañas.

Continúan por debajo

de la puerta de mi casa.

¿En qué dedo corazón

estará hecho ese nudo?

Llaman al timbre dos veces.

Abro nervioso y descubro

que el otro extremo del hilo

no está atado a ninguno.



Sala de espera


Huele a como huelen todas las consultas antiguas.

La tela de la silla es áspera y está raída.

Sobresale por los laterales la gomaespuma.

Mato el aburrimiento clavando en ella mis uñas.

Luego comienzo a tamborilear en mis rodillas.

Mis dedos no bailan ninguna canción específica.

Me pongo a mirar con gesto cansado las paredes.

Es muy curioso cómo vivimos constantemente

escenas dignas de ser retratadas en los cuadros.

No nos damos cuenta. Se nos va el tiempo imaginando.

Fijo los ojos en las losas al bajar el cuello.

No tengo a nadie a mi lado, acompaño al silencio.

Me vienen a la cabeza de lo que me olvido siempre.

He aparcado el coche bajo el sol incandescente.

La botella de agua está debajo del asiento.

Comentarios que en una conversación se perdieron.

No me paré a pensar si no habían sido escuchados

o la gente a mi alrededor me estaba ignorando.

Va con retraso. Llegaré para la cena a casa.

Comienzo a murmurar para mí mismo una nana.

¿Cuándo aprenderé que es casi imposible cantar

muy bajito y con mucho miedo sin desafinar?



Autorretrato de Miguel Ángel Alegre Cortés

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