Porque de lo que este libro se ocupa es de la labor poética de Raffaello Sanzio. Sí, uno de los artífices del Renacimiento italiano, junto con Donatello, Leonardo o Miguel Ángel (y voy a ahorrarme la tan manida broma sobre artistas y tortugas ninja mutantes).
Bocetos y estudios, de Raffaello Sanzio
Hay caricias en la vida... ¡Yo no sé! caricias como de la gracia de Dios...
Me permito adulterar los célebres versos de Vallejo para presentar al lector el libro que hace poco ha publicado la editorial romana Arbor Sapientiae, porque de lo que este libro se ocupa es de la labor poética -por eso lo de caricias- de Raffaello Sanzio (1483-1520). Sí, uno de los artífices del Renacimiento italiano, junto con Donatello, Leonardo o Miguel Ángel (y voy a ahorrarme la tan manida broma sobre artistas y tortugas ninja mutantes).
La edición que realiza la doctoranda Ginevra Latini, de la Università di Siena, es deliciosa, rica en detalles, minuciosa y bien planteada. Además de traernos la poesía del pintor de Urbino, el lector tendrá a su disposición un completo marco histórico y cultural de su época, y, como material anexo, las páginas que Giorgio Vasari dedicó en sus Vidas al autor de la hermosa Madonna del Belvedere.
Madonna del Belvedere, Raffaello Sanzio
Confieso que la primera vez que supe de los sonetos de Raffaello fue hace unos veinte años, por una brevísima nota incluida en un libro de la mítica colección de pastas negras de Noguer-Rizzoli Clásicos del Arte, dedicado a este artista[1], con estudios del profesor Pierluigi De Vechi e introducción de Michele Prisco. Desde entonces he tenido el puñado de poemas del autor de la Dama col liocorno en la memoria, y hasta llegué a publicar una atrevida traducción de uno de ellos -el primero-, prologado y anotado, muchos años después[2]. Ahora, gracias a Arbor Sapientiae, llega esta completa monografía a mis manos, que sirve, no sólo para presentar esta faceta mucho menos conocida a los lectores, sino también para calcular el peso específico de la poesía y de los poetas en la vida de Sanzio.
Tras la lectura de sus poemas -y acompañados por las abundantes notas de Latini- comprobaremos que se respira en este ramillete de sonetos el aliento de Petrarca (y algo de Pulci aún). Con ellos podemos reconstruir los gustos literarios del de Urbino, que sabemos que fue amigo de literatos de la talla de Marco Fabio Calvo, Pietro Bembo o Baldassarre Castiglione, a quien retrató con un realismo maestro.
Pero ya el padre de Raffaello, Giovanni Santi, pintor de profesión, también fue escritor, autor de una crónica rimada en loor del señor Federico III da Montefeltro, quizá no muy buena literariamente hablando, pero, al menos, sí osada…., y su pariente lejano, Bramante, el arquitecto y pintor, compuso unos nada desdeñables sonetos también. Y es que las diferentes artes estaban y están difuminadas unas con las otras: la pintura con la escultura, la escultura con la arquitectura, la arquitectura con la escenografía... y -tal vez, es mi deseo, al menos- la literatura con todas ellas.
Pienso en los poemas de Miguel Ángel, de Vasari, de Juan de Jáuregui y Aguilar, a quien atribuyen el retrato aquél que dicen que es de Cervantes; no olvido tampoco el teatro maravilloso de Alberti (Leon Battista, y no Rafael, el gaditano, también poeta, dramaturgo y pintor) o de Bernini; la prosa de Pacheco, Sobre la circuncisión y el bautismo de Cristo, de 1631, pongo por ejemplo; no sé, quizá porque sabe a algo más que a tratado... y donde se dice que la pintura se encarga de:
“[...] escudriñar, leer, preguntar todo aquello que es más conforme a la verdad”,
Como se encarga también la literatura, como si el lienzo fuera pliego y el óleo la tinta vuelta palabras. Porque no hay tanta distancia entre una tela acabada y un soneto, como nos hicieron pensar algunas escuelas rancias.
Lamento mucho no poder recordar ahora dónde leí un maravilloso artículo sobre los dibujos que realizó Bocaccio para glosar la obra inmortal de Dante Alighieri, la Divina Commedia, aunque sí tengo presente algunos de estos dibujillos como audaces recreaciones del texto, muy expresivos, como los que pueblan los cuadernos privados del desdichado Franz Kafka, o como las frases, a veces poéticas y a veces tan rotundamente amargas, que viven en los álbumes de Frida Kahlo; o la locuacidad de los dibujos, litografías y acuarelas de Günter Grass, a la altura de sus versos y sus prosas... y así muchos nombres más hasta llegar al nombre, al infinito Leonardo da Vinci, en donde es difícil discernir si los dibujos apostillan sus textos o, más bien, es al contrario. Y es esto de la multiplicidad una de las maravillas de las artes, creo yo; parangonable a los brazos de Shiva, todos con una pose y un objeto diverso en las manos, pero todos nacientes del mismo tronco azul y divino.
Hay que decir –y casi concluyo ya- que el libro de Latini es mucho más que la edición bien presentada y anotadísma de los seis sonetos que se han conservado de Raffaello, es la constatación de la vieja aseveración terenciana del: Homo sum, humani nihil a me alienum puto, el sentimiento mismo de la universalidad del hombre, que fue el corazón del Renacimiento. Para esto nos sirve saber italiano, añado. Vayamos, pues, más allá del inglés o del mandarín (sin el menor de los menosprecios) y aprendamos una lengua que nos permitirá (de)gustar sin intermediarios de Gozzano, de Montale, de Pasolini... de Raffaello (aún con alguna ayuda por la distancia en la que cae la lengua en la que se escribieron estos sonetos y la de los italianos de hoy).
Por todo ello, bienvenida sea esta monografía. Gracias a Arbor Sapientiae y gracias a Ginevra Latini por un trabajo tan bien hecho, ojalá tenga su eco fuera de Italia, como lo tuvo la pintura de Raffaello Sanzio nada más hacerse. Y termino como comencé, traicionando un verso,esta vez del propio Raffaello, puesto que:
ahora callo, aunque mis pensamientos sigan en ti.
Texto manuscrito del sonetto nº III de Raffaello Sanzio
[1]Barcelona, Noguer-Rizzoli, 1968, 128 pp. [2]CID LUCAS, Fernando, “El sonetto I de Rafael Sanzio: contexto literario y traducción anotada”, Polissema. Revista de Letras do ISCAP, nº 17, 2017, pp. 247-255.
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